Como su debilidad seguía siendo la gastronomía, Paparracha se acercaba a las personas que estaban en estados meditativos profundos para permitirles compartir su comida con él. Lo que más le gustaba era un pan indio llamado papadum y su lema cuando lo pillaban era ¡corre, corre, corre!
Deambulando, llegó a Rajastán y decidió meterse en la maleta de un turista para volar a un lugar menos caluroso y tener más tiempo para jugar sin apropiarse de botellas de agua ajenas.
El avión lo dejó en Barcelona y allí conoció a Creidillus, un niño tan impertinente que Paparracha se vio obligado a intervenir y ¡le gustó! Se convirtieron en grandes amigos y la experiencia le animó a contar sus aventuras.
Poco después de encontrarme con Esparragús, lo conocí a él y le propuse colaborar con nosotros para que Esparragús no acabara en ensalada y muy amablemente, aceptó a cambio de muchos Lassi de mango.
De España, le gusta la comida recalentada en el microondas, porque se pone hot, hot, hot muy rápido y sabe que está lista cuando oye el Bding. Le encanta ir a buscar su plato contoneándose, mientras le resuena el Bding en el estómago.
Si se ha quedado con hambre, se dedica a recorrer los parques donde sabe que hay familias haciendo picnic, y después de asustarlos y de asegurarse que se alejan gritando AAAHHHH, se sienta a comer mientras les agradece telepáticamente el almuerzo.
Paparracha se encargará de pasarme las notas de sus viajes y yo, lo mejor que pueda, las redactaré, les pondré voz y convenceré a mi amiga Boz para que lo haga en inglés. Espero que no haga AAAHHHHH…