T.T.

  • ¿Tiene sentido este viaje? Nosotros somos el viaje
  • ¿Garantías? Depende de lo que esperes. Si esperas es porque preguntas y si preguntas… ¿Quién puede darte la respuesta correcta, si todas las tienes tú?
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" En una biografía se supone que uno pone el nombre, su profesión y, si es escritor, qué géneros escribe, dónde ha publicado y por qué lo hace. Después, si quieres seguir hablando de ti, podrías poner hobbies, mascotas… "

Siguiendo esa estructura, tengo que decir que me llamo María, que soy licenciada en Ciencias de la Salud y que he trabajado durante más de veinte años acompañando a pacientes, tratando de aliviar sus malestares. Paradójicamente, la vida me ha llevado de ayudar a ser ayudada y, después de buscar muchos porqués sin respuesta y vivir en un infierno, me detuve. Me costó mucho, porque desacelerar por resignación y no por aceptación se puede comparar con ir en un coche sin disfrutar del paisaje para no estamparte, sin ver que vas dando volantazos de derecha a izquierda. Mi mente quería una cosa, mi corazón otra y mi cuerpo, ¡no podía ni opinar!

Como toda esta explicación la encuentro aburrida e incompleta, le pedí a Victoria Vega, una amiga ilustradora que hiciera una representación de mi vida y, ¡este es el resultado!

 » He cumplido con la biografía formal, pero ahora la explicaré dándole forma de cuento ¡que es lo que más me gusta escribir!  «

Buenas tardes a todos!

Me llamo Amapola Cabezota, aunque reconozco que he pasado por muchos nombres diferentes. Nací en un campo de posibilidades, con forma de semillas, pero como no lo sabía y escuché por ahí que el miedo te hace prudente, me enfoqué en recoger todo el que pude antes de salir a la superficie.

Resultado: plantita desgarbada de ojos saltones con pequeñas raíces que no se permitía nada por si se caía, pero muy curiosa porque quería contestarse un montón de preguntas…

En mi infancia y adolescencia, viví como todo el mundo, varias situaciones traumáticas y, aunque pasaron, no lo hizo el dolor que me dejaron. En esa época, me protegí con una gran coraza de orgullo que disfrazó mi sufrimiento y ayudó a que mis ramas crecieran gruesas y largas para alcanzar mi objetivo: ¡sentirme útil! Y lo conseguí, pero no estuve atenta a la clase donde explicaban que desconectar de las emociones es muy limitante, porque no disuelves tu dolor, más bien empieza a depositarse sobre tu corazón, disminuyendo tu riego sanguíneo, y, por lo tanto, congelándote y debilitándote.

Resultado: árbol grande con mucha energía hacia afuera, pero de raíces diminutas y lleno de basura emocional. Estaba tan enfocada en controlar todo, que no vi el meteorito que se me estaba acercando. El impacto fue inevitable.

Resultado: árbol tambaleándose buscando el manual que debería haber dejado el muy… ¡asteroide! Para explicarme por qué veía a todas mis ramas en su sitio, pero sin obedecerme Seguí buscando, pero lo único que encontré fueron unos cactus pinchudos con guantes de boxeo ¡que querían acabar de rematarme! La montaña que me daba sombra resultó ser un volcán que entró en erupción ¡justo cuando yo necesitaba que le salieran brazos para consolarme! Lloré amargamente, sintiendo que me quemaba y que los pinchos me atravesaban, mientras maldecía a mi conciencia por no haberse ido con el meteorito. Por más que miraba a mi alrededor, no reconocía nada, ni siquiera pude ver a Sandrine que se sentó a mi lado y me dijo:

 ̶  ¿Por qué no escribes? 

̶ Disculpa, deberías irte antes de acabar carbonizada o agujereada.

̶ Si yo fuera tú, escribiría.

̶  ¡De acuerdo! Yo escribo y tú te vas.

̶  ¡Trato hecho!

Pero en mi interior pensaba: ¡si los árboles no escriben! ¡Y menos los que tienen la mitad del cuerpo muerto! Sin embargo, la confianza de sus palabras me fue penetrando, me senté en una roca y descubrí que ¡mis raíces podían teclear! Y estas fueron mis primeras palabras:

“Hasta ayer me llamaba Éter Smith. Éter porque siempre quería volatilizarme para hacer mil cosas a la vez y lo de Smith, porque vivía en el firme convencimiento de que todo lo que es de fuera, es mejor que lo mío o, peor aún, ¡¡¡que yo!!!Ahora me llamo Es Que, lo he escogido porque toda la vida he tenido causalidades que me iban gritando… ¿Es Que necesitas más señales y más grandes para darte cuenta de que todo, todo está dentro de ti?”

Esta vez volví a llorar, pero ¡de alegría! ¡Mi cuerpo respondía y no tenía ni idea de dónde salían esas palabras que me reconfortaban! Dejé de hacer preguntas y empecé a comunicarme con mis hijos a través de cuentos. También, inicié un camino de descubrimiento interior que no deja de sorprenderme.

He aprendido que mi entorno era una proyección de mi basura emocional: esos cactus eran yo misma, con sus pinchos y sombras, pero también con sus flores y su resistencia.

Resultado: Amapola Cabezota, consciente de que es vulnerable, bella e imperfecta, pero agradece infinitamente a su conciencia, por no haberle hecho ningún caso. Lo de Cabezota es porque mi plano mental todavía quiere todo el protagonismo y yo negocio con él y, cuando noto tormenta, les digo a mis amigos caracoles que sigan sin mí, porque prefiero quedarme en casa para no lanzar rayos y centellas.

Si quisierais preguntarme qué nombre tengo ahora, os diría que me llamo T. T. porque en el momento en que me puse a escribir, mis hijos, cariñosamente, votaron por unanimidad llamarme Tierra Trágame

CUENTOS REFLEXIVOS PARA ADULTOS

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Cada vida tiene algo que decir y la mía quiere hacerlo jugando con las letras, pero si prefieres escucharlas… Y si quieres decirme algo ¡solo tienes que escribirme!